Entonces entendí que, si me pedías bailar, practicaría toda
la noche para no pisarte. Un pasodoble donde reinara tu risa y una carcajada
que nos dejara sin aire. Que, si tuviera que arriesgar, arriesgaría. Aun con
los ojos cerrados y nuestras manos temblorosas entrelazadas, que daría un paso
más acompañado de el choque de tus zapatos. Que sería capaz, a secas. De
enfrentarnos a los miedos más profundos y cumplir cada uno de nuestros deseos
juntos. Y seguiría bailando mientras tus manos me sujetaran. Y te besaría, a
nuestro ritmo, el que nosotros conocemos y todo el mundo desconoce. Y veríamos
las estrellas en la madrugada y contemplaríamos el amanecer entre mantas y termos
de café.
Y seguiría bailando, aunque nuestras piernas gritaran un descanso. Y escucharíamos
esa canción que tanto te gusta y que yo tanto odio, y tararearías esa melodía
que siempre cambias en la radio. Y conduciría hasta la ciudad que sueñas
conocer, y en la vuelta iríamos a comer mi comida favorita. Y seguiría bailando
con el fin de tenerte cerca, siguiendo cada uno de tus pasos, rozando nuestras
rodillas mientras arriba nuestros labios hacían un trabajo esplendido entre
besos y sonrisas.
Y seguiría bailando…
Todavía lo estamos haciendo…