martes, 27 de marzo de 2018

Para ti


Para ti que sonríes alto en días bajos, que caminas descalza y esconde los zapatos bajo la cama. Que quiere con el alma y trabaja con la valentía e ilusión rozando las yemas de los dedos. Que saborea cada lágrima dedicándole un guiño de ojo y un gesto de fuerza. Que cae y se levanta apoyándose en sus propias manos. Que habla alto por su libertad cuando los demás esperan un silencio más.

Para ti que el espejo te devuelve su reflejo con mimo, que te lanza una risa voladora para convertirla en la melodía de tu vida. Que bailas al compás de todas las notas, que piensas en voz altas y te equivocas. Que eres consciente de que la perfección aburre, y la imperfección es lo más valioso del mundo. Benditas imperfecciones que nos hacen ser, a secas.

Para ti que caminas a paso lento cuando el reloj se retrasa, que te alimentas de abrazos y besos amados, que sabes querer -no más o menos, sino bien y de verdad-, que coges impulso y las palabras saltan tan alto como tus ganas de cumplir cada uno de los sueños más lejanos que tienes cada noche y se quedan guardados en la almohada.

Para ti que escuchas música y te emocionas, que lees un libro y te emocionas, que escuchas a alguien hablar con profundidad y te emocionas. Que sabes llorar de alegría, amor, tristeza, error, impotencia, ira y sinceridad. Que sabes que las lágrimas no son tabúes, que los días de llantos continuos existen, que sabes lo que es perder y sonreír. Que sabes lo que es intentarlo, fallar y reír. Que sabes que las prioridades de la vida no tienen ni precio ni marca ni fecha de caducidad.

Para ti que acaricias tus complejos, que te pierdes en los paseos de por la mañana y en la luna llena que alumbra la oscuridad. Que te quieres porque te lo mereces, que no eres menos que nadie, que no tienes que quedarte rozando el suelo, sino que debes salir disparada hacia la realidad y disfrutarla con todas tus ganas porque vida hay una y la tienes en tus manos para mimarla.

Para ti que eres tierra y aire, que eres manta en mitad del invierno, que eres flor en primavera, que eres frío en verano, que eres hoja en otoño. Que eres catorce de febrero, ocho de marzo y veinte de marzo. Que eres Let it be, Skyscraper, y cada acorde de Beautiful. Que pones en desventaja a la eternidad.

Para ti que te burlas de los prejuicios, que amas la libertad y pones una mano en la espalda de cualquier persona que necesita un pequeño empujón hacia la felicidad. Que desconoces el arte que tienes en tu interior en forma de corazón.

Para ti
que haces de un martes cualquiera
un recuerdo inmarcesible.

lunes, 19 de marzo de 2018

19 de marzo, papá


Que regalo más mágico crecer bailando subida en tus zapatillas mientras con tus grandes manos guías mi vida. Viajar dentro de casa entre tus revistas de playas y montaña. Que buen maestro eres. Tus lecciones son mejores que cualquier libro, entre charlas y enfados. Entre risas y abrazos. Acurrucándome en tus no pasa nada y apoyándome en tu hombro siendo la almohada perfecta, y es que, eres casa. Mi hogar preferido al que acudo cada día. El payaso más divertido en mis días más tristes, mi animador preferido en mis iniciativas, el que ocupa la silla de la primera fila y se levanta cada vez que termino una palabra para aplaudirme.

El reflejo de mi alma, mi espejo más preciado. Verte y verme no es complicado. Mirarte y sentirme afortunada, es una rutina constante. Cerrar los ojos y verte en mitad de la noche construyendo los castillos más grandes, no es tan solo un recuerdo. Y hacer malabares para estar siempre, es solo cosa tuya.

Haces que tus brazos sean mis sábanas preferidas, el guiño de ojo nuestro mayor aliado y el amor verdadero la banda sonora que quiero que toque durante toda mi vida.  

Qué será lo que tenéis los padres,
que una eternidad es solo el comienzo
de la vida que quiero junto a ti, papá.




domingo, 18 de marzo de 2018

Siete vidas


Será que te miro y deseo reencarnarme en tu piel, sentirte cerca y rozar cada uno de tus lunares con las yemas de mis dedos. Astuto y viajero me pierdo en el mapa de tus caderas para aterrizar en tus labios y quedarme allí un par de eternidades más. Perder el timón de mi barco que desemboca tras tus pasos de huellas suaves y pasodobles constantes.

Un viaje sin billete de vuelta, con permanencia infinita y ligero de equipaje. A tu lado, todo lo que quiero. Y naufragar las islas para dejar nuestro aroma en cada una de ellas. Y verte, verme, vernos…Siendo un par de peces más.

Desnudando nuestras palabras entre risas y siendo dueños de nuestro destino, provocando un incendio entre caricias y un silencio con el mar chocando con nuestros talones mientras paseamos por nuestra historia. La historia de siete vidas igual que un gato.

sábado, 17 de marzo de 2018

Ella




Ella que habla de sus pasiones con el corazón rozando la punta de su lengua, los ojos brillantes y el estómago lleno de esas comunes mariposas. Que sonríe cada vez que la miras y te regala un guiño de ojo acompañado de cualquier gesto de ánimo. Ella que es luz, que camina pegando saltos y no esquiva los charcos. Que le gusta el amarillo, enfrentándose a las supersticiones. Que le gusta cantar bajo la ducha y delante de cualquier persona, una canción inventada en un idioma improvisado y con una coreografía jamás vista. Ella que es así. Que cae y se levanta, al día siguiente o al mes y qué. Los días de mierda no son tabú en la felicidad.

Ella que sonríe a su reflejo en cualquier lago, que acaricia su cuerpo con amor y se pierde en las conversaciones ajenas. Que te escucha y te siente. Que te susurra y te aconseja aun sabiendo que no le echarás la mínima cuenta. Ella que viste de rosa y de negro. De azul y de rojo. De gris y de verde. Que le gusta los colores alegres y apagados. Que le gusta la vida y está dispuesta a vivir cada uno de sus segundos. Ella que se choca con obstáculos y sueña despierta. Que cumple sus metas y otras se quedan escondidas en un rincón. Ella que es imperfecta y eso le hace aún mejor. Ella que con los ojos cerrados te diría que ve blanco. Y que el miedo tiene un trozo en su corazón, pero no superior a la valentía.

Ella que es ajena de la magia que desprende.

viernes, 9 de marzo de 2018

Seguían mirándose...


Él la miraba mientras leía el periódico y balanceaba el lápiz que utilizaba para resolver el crucigrama. Ella era ajena a la mirada desconocida y estaba impregnada en el olor del café amargo que reposaba en la mesa junto a los sobres de azúcar intactos y las servilletas llenas de garabatos en forma de intentos de palabras. El cielo estaba nublado, las nubes jugaban al escondite y todas eran ganadoras. No se podía ver ninguna de ellas. Según la mujer que hablaba en el canal del tiempo que tenía puesto el propietario del bar al que frecuentaba ir, existía un noventa porciento de posibilidad de lluvia. A ella le entusiasmaba la idea y a él también. Ambos amaban la lluvia y no eran consciente de que ese sentimiento se multiplicaría esa tarde de marzo.

Cuando ella levantó la vista coincidió con la de él. Fue un choque improvisado que no duró más de un par de segundos. Él se refugió tras la carta del bar haciéndose pasar por un hombre que ansiaba comer uno de los dulces que estaban escritos en orden de precios, ella volvió a mirar el crucigrama casi completado -es demasiado complicado, pensó- pero para ser sincera desde que vio la mirada intensa del chico que descansaba dos mesas más lejos de la suya no pudo pensar en garabatos ni en esa palabra que tenía nueve letras y la definición no llegaba a captar: Apolo y Hércules como conductores de las musas.

Pensó.

Miró con disimulo al chico.


Él la miró.

Se escondió tras la carta.

Volvió a mirarla.

Y en un cruce, ambos sonrieron. Y comenzó a llover, asustando a algunas de las personas que descansaban en el interior del bar por el impacto de la lluvia contra el suelo. Ellos no se asustaron, ni si quiera se inmutaron, siguieron mirándose. La televisión comenzó a proyectar diferentes videoclips y la voz de Calum Scott se apropió de todo el local. Algunas personas entraban con la ropa empapada, otras salían corriendo y otras tantas pedían un nuevo café mucho más caliente que el anterior. Pero ellos seguían mirándose.

Ella se levantó y ocupó una de las sillas que rodeaba la mesa que estaba en medio de ambos. Él, un tanto confundido, siguió sus movimientos. Estaban cara a cara. Y seguían mirándose. Sonriendo. Qué dulce forma de hablar. Sintieron que el volumen de la música aflojó, los murmullos desaparecieron y las personas con ellos.

Seguían mirándose…

martes, 6 de marzo de 2018

Unas 100 veces


Me he perdido unas 100 veces
en tu mirada, tus gestos,
tu forma de andar,
tus te quiero y tus tan épicos enfados de cinco segundos,
tus besos de buenos días,
y en esas duchas de madrugada.

En los paseos por la ciudad
con nuestras manos entrelazadas,
en las canciones que suenan en la radio
que acaban convirtiéndose en un himno,
en los cafés demasiado calientes
y los tés demasiado fríos.

Me he perdido en tus te echo de menos
que acaban en el roce de tu lengua y
comienzan en tu respiración acunándome,
en las caídas de la luna,
en el choque de las olas,
en la arena y nuestros cuerpos...

Sin tener la oportunidad de encontrarme,
sigo perdida en los acordes de aquel piano
en nuestra primera cita, en las sábanas blancas
de la cama incomoda donde dormimos por primera vez,
en tus manías que me dan ganas de besar cada una
de las arrugas que se forman en tu entrecejo cuando me río de ellas.

Cien veces…
Me pierdo en ti
y cuando estoy a punto de encontrarme,
vuelves a hacer que me pierda…

Ojalá nunca encuentre la brújula idónea.